
El test Draize fue creado hace más de 45 años por John H. Draize, un toxicólogo que trabajaba para la Food and Drug Administration (FDA) de EEUU. Se utiliza para medir la irritación mediante la observación de los daños que causa una sustancia en los ojos y la piel de los animales. Se suelen utilizar conejos albinos por distintas razones: son baratos, fáciles de obtener, tranquilos y no agresivos, fáciles de manipular por el personal del laboratorio, y tienen ojos grandes con lo que facilita la aplicación y observación de los efectos de la sustancia.
En el test Draize de irritación ocular se aplican soluciones de productos directamente en los ojos de animales conscientes, generalmente sin administración de analgésicos. Durante los siete días que suele durar la prueba, los animales sufren un extremo dolor, úlceras y hemorragias, por lo que se los inmoviliza para evitar que satisfagan su instinto de rascarse y lavarse. Para tal fin, también se suelen mantener los ojos abiertos con clips. A menudo, los animales acaban ciegos... cegados por nuestra vanidad. Al final del test, se sacrifica a los animales para evaluar los efectos internos de las sutancias que se han testado.
En el test Draize de irritación cutánea, se inmoviliza al animal y se aplica la sustancia en la piel afeitada y raída (para lo que se aplica cinta adhesiva sobre el cuerpo del animal y se retira rápidamente varias veces hasta que se desprenden varias capas de piel).
Las sustancias se mezclan con un compuesto para exagerar la reacción y se aplican sobre la piel o bien se inyectan por vía subcutánea, generalmente en conejos o cobayas. El test muestra si la sustancia penetra la piel y causa una reacción alérgica. Es frecuente que se utilicen dosis demasiado elevadas de la sustancia, con lo que se sobreestima la sensibilización.
Estos test a veces no son capaces de detectar las sustancias potencialmente tóxicas ya que puede haber hasta cinco veces de diferencia en la capacidad de absorción de la piel de otros animales y la de los humanos.
El test Draize ha sido muy criticado no sólo por las asociaciones de protección animal, sino por miembros de la comunidad científica. A parte de la crueldad implícita de la prueba, los resultados resultan muy poco relevantes para predecir los efectos en la salud y la seguridad humanas. Las diferencias anatómicas establecen ya un importante escollo en la extrapolación, a lo que se une las diferencias en la fisiología de ambas especies.
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